EDUCACION
SIN CONTROL
En
mi familia, mi madre se dedicó a la docencia, mientras su hermana trabajo como
enfermera, supongo que si mis abuelos maternos hubiera tenido hijos, serían abogados,
militares o doctores. Antes era así, los padres decidían nuestro futuro pues había
carreras definidas para hombres y mujeres.
A
nivel nacional las universidades podían contarse con los dedos de la mano, la
más emblemática, San Marcos, llamada la “decana de América”, alma mater de
personajes como César Vallejo, Raúl Porras Barrenechea, Víctor Haya de la
Torre, por nombrar algunos de los egresados distinguidos alumnos que marcaron
historia; la creación de un centro superior se daba en la mediad de la necesidad
y el presupuesto, norma emanada del gobierno, ya después vinieron Villareal, la UNI, las universidades
de provincias como la San Cristóbal de Huamanga, etc. Por eso el sueño de todo
joven que terminaba la secundaria era venir a Lima para postular a algunos
centros formadores de profesionales.
Con
el crecimiento de nuestra capital, se
crearon nuevas universidades privadas como la U de Lima, la Católica, la
Unife, la San Martín, expedientes aprobados por
el Ministerio de Educación, hasta mediados de los 90, mediante ley del
Congreso se conformó el Consejo Nacional de Funcionamiento de Universidades
(CONAFU), nuevo ente cuya labor sería la autorización a los nuevos centros
superiores de educación. Desde ese momento un torrente de expediente y pedidos
llegaron al nuevo órgano.
Las
carreras más pedidas eran derecho, medicina, arquitectura, ingeniería, lo que representaba
promociones de un mínimo de ciento 50 o
doscientos nuevos egresados, con el tiempo se ha demostrado el boom de algunas
carreras genera el cambio de corriente de postulantes, pues en algún momento
ciencias de la comunicación también estuvo entre las más pedidas, mientras que
por otro laso las carreras de mando medio seguían con la cantidad de
interesados promedio.
Pero
hecha la ley, hecha la trampa, porque se comenzó a ofrecer educación a
distancia con sedes en varias partes del país, como la Universidad Alas
Peruanas, cuestionada incluso por la Asamblea Nacional de Rectores, por la
calidad de enseñanza, locales no aptos para recibir a los alumnos e incluso
títulos universitarios que no eran reconocidos, pues las carreras
ofrecidas no estaban autorizadas por el
ente rector, pero vía poder judicial un amparo apoyó estos actos ilegales.
Así
también varios institutos aprovecharon el crecimiento de su alumnado para
solicitar convertirse en universidades, ofreciendo el oro y el moro, el futuro
maravilloso con publicidad engañosa, pues los precios a pagar por el hijo que
ingresaba a estos centros no se justificaba
por el mercantilismo predominante. Lo peor de todo es que al egresar (unos 200
por promoción igual a 200 nuevos trabajos), sus posibilidades de obtener un
empleo eran mínimos pues en las empresas se maneja ciertos criterios de que
universidades son idóneos para su personal.
Esto
genera una gran avalancha de jóvenes frustrados que luego de estudiar cinco,
seis o siete años, solo tienen un título debiendo dedicarse a otras cosas, al
respecto el gobierno a través del sector educación, debería replantearse las
políticas al respecto porque el número de universidades privadas supera
largamente a las nacionales, sin tener control sobre la calidad educativa, que
solo llena de dinero a las promotores,
sacando profesionales mediocres para esta selva y económica.
Quizá una alternativa
sea ya no permitirá las universidades ofrecer carreras sobresaturadas de
profesionales egresados, sino realizar una reingeniería orientando a loa
futiros universitarios hacía sectores donde el país va creciendo, sobre todo
analizando el ámbito regional, siempre bajo la atenta supervisión para evitar
tener taxistas con título profesional de doctores.
No hay comentarios:
Publicar un comentario