sábado, 19 de mayo de 2012


EDUCACION SIN CONTROL

En mi familia, mi madre se dedicó a la docencia, mientras su hermana trabajo como enfermera, supongo que si mis abuelos maternos hubiera tenido hijos, serían abogados, militares o doctores. Antes era así, los padres decidían nuestro futuro pues había carreras definidas para hombres y mujeres.

A nivel nacional las universidades podían contarse con los dedos de la mano, la más emblemática, San Marcos, llamada la “decana de América”, alma mater de personajes como César Vallejo, Raúl Porras Barrenechea, Víctor Haya de la Torre, por nombrar algunos de los egresados distinguidos alumnos que marcaron historia; la creación de un centro superior se daba en la mediad de la necesidad y el presupuesto, norma emanada del gobierno, ya después  vinieron Villareal, la UNI, las universidades de provincias como la San Cristóbal de Huamanga, etc. Por eso el sueño de todo joven que terminaba la secundaria era venir a Lima para postular a algunos centros formadores de profesionales.
LA ESPERANZA DEL PERU...LOS UNIVERSITARIOS

Con el crecimiento de nuestra capital, se  crearon nuevas universidades privadas como la U de Lima, la Católica, la Unife, la San Martín, expedientes aprobados por  el Ministerio de Educación, hasta mediados de los 90, mediante ley del Congreso se conformó el Consejo Nacional de Funcionamiento de Universidades (CONAFU), nuevo ente cuya labor sería la autorización a los nuevos centros superiores de educación. Desde ese momento un torrente de expediente y pedidos llegaron al nuevo órgano.

Las carreras más pedidas eran derecho, medicina, arquitectura, ingeniería, lo que representaba promociones de un mínimo de ciento  50 o doscientos nuevos egresados, con el tiempo se ha demostrado el boom de algunas carreras genera el cambio de corriente de postulantes, pues en algún momento ciencias de la comunicación también estuvo entre las más pedidas, mientras que por otro laso las carreras de mando medio seguían con la cantidad de interesados promedio.

Pero hecha la ley, hecha la trampa, porque se comenzó a ofrecer educación a distancia con sedes en varias partes del país, como la Universidad Alas Peruanas, cuestionada incluso por la Asamblea Nacional de Rectores, por la calidad de enseñanza, locales no aptos para recibir a los alumnos e incluso títulos universitarios que no eran reconocidos, pues las carreras ofrecidas  no estaban autorizadas por el ente rector, pero vía poder judicial un amparo apoyó estos actos ilegales.

Así también varios institutos aprovecharon el crecimiento de su alumnado para solicitar convertirse en universidades, ofreciendo el oro y el moro, el futuro maravilloso con publicidad engañosa, pues los precios a pagar por el hijo que ingresaba a estos centros  no se justificaba por el mercantilismo predominante. Lo peor de todo es que al egresar (unos 200 por promoción igual a 200 nuevos trabajos), sus posibilidades de obtener un empleo eran mínimos pues en las empresas  se maneja ciertos criterios de que universidades son idóneos para su personal.
UN PROFESIONAL O UN TAXISTA CON TITULO

Esto genera una gran avalancha de jóvenes frustrados que luego de estudiar cinco, seis o siete años, solo tienen un título debiendo dedicarse a otras cosas, al respecto el gobierno a través del sector educación, debería replantearse las políticas al respecto porque el número de universidades privadas supera largamente a las nacionales, sin tener control sobre la calidad educativa, que solo llena de  dinero a las promotores, sacando profesionales mediocres para esta selva y económica.
Quizá una alternativa sea ya no permitirá las universidades ofrecer carreras sobresaturadas de profesionales egresados, sino realizar una reingeniería orientando a loa futiros universitarios hacía sectores donde el país va creciendo, sobre todo analizando el ámbito regional, siempre bajo la atenta supervisión para evitar tener taxistas con título profesional de doctores.

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