AMIGOS
Y RIVALES
Un
país democrático se mide de acuerdo a su libertad de prensa, cuando el régimen
de turno recibe con beneplácito los
halagos por los aciertos y las críticas por los errores, pero si empieza a
amordazara los medios a través de deportaciones, compra de las líneas editoriales
o amenazas vía judicial, entonces el ser
periodista se convierte en algo peligroso.
Después
del golpe militar de 1968, el gobierno ordeno la deportación de varios
periodistas que le eran incómodos y como había cierta similitud a nivel de América Latina, de la noche a la
mañana aterrizaban con lo que tenían puesto en tierras extranjeras y el baño de
popularidad hacía que se ponga en cada canal, radio, periódico o revista a los más
allegados al régimen para presentar al mundo un falso ambiente de libertad que encubría
corrupción, detenciones injustas,
acallamientos de protestas, todo un trabajo de aplanadora.
Con
los vientos democráticos los medios regresaron a sus legítimos dueños, pero el
advenimiento del terrorismo, volvió nuevamente riesgoso ser un periodista,
sobre todo si se daba a conocer abusos por parte de los militares (en provincia
el peligro era mayor), pues las desapariciones y crímenes durante los primeros años eran altas o también los genocidios
hechos por oficiales que no sabían cómo enfrentar a este nuevo enemigo, y lo único
era ver terroristas en todo pueblo andino. Allí tenemos el caso de Hugo Bustios,
que denunció a través de una revista constantemente el abuso de las fuerzas del
orden en Ayacucho, fue muerto y la justicia después de un largo proceso
determino las responsabilidades por parte de personal del Ejército, de ese
mismo que debía defender a la ciudadanía.
BUSTIOS UN MARTIR DEL PERIODISMO
Cuando
Alberto Fujimori, en abril del 92, cerró el Congreso y tomo poder con una autogolpe,
tuvo buena acogida en la gente, pero con el tiempo el oscuro asesor Vladimiro
Montesinos empezó a corromper todos los estamentos del estado, desde los
jueces, policías, militares hasta los periodistas, con el único propósito de
ganar poder y favorecer al mandatario de
turno y aquellos medios de comunicación que se encontraban al lado opositor
comenzaron a sufrir las consecuencias por su posición anti fujimorista.
Al
mejor estilo de la mafia, primero se le invitaba a reconsiderar su línea editorial,
pero ante la negativa, el Servicio de Inteligencia Nacional (SIN) y a esta
labor de presión se unía la dependencia de tributos (SUNAT), se hurgaba en el
pasado de los opositores y si tenían alguna deudas pequeñas estas crecían o si tenían
algún proceso legal archivado también se reabría, es decir tratar de eliminarlo
como sea, tal como sucedió con Baruch Ivcher, que en un principio apoyaba
al régimen, pero al pasar al lado opositor le quitaron su canal y también
la nacionalidad.
No
había reclamo que se oiga y todo porque se fue descubriendo los negociados, crímenes
como La Cantuta o periodistas incómodos que fueron secuestrados y asesinados por
los miembros del Grupo Colina, se logro infiltrar a personal del SIN en todos
los estamentos públicos y privados, era un émulo de la Gestapo (Policía secreta
del nazismo durante la II guerra mundial) y el poder del dinero que daba el
asesor Montesinos hizo que nuestra televisión, nos llenara de talk show, cómicos
ambulantes, etc. mientras que los periódicos atacaban a los opositores y nos
contaban de la gente de la farándula, con el objetivo era ocultar los errores
del gobierno fujimorista. Todo esto gracias a la compra de las líneas editoriales
de los canales y la creación de los diarios chichas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario