sábado, 19 de mayo de 2012


AMIGOS Y RIVALES

Un país democrático se mide de acuerdo a su libertad de prensa, cuando el régimen de turno  recibe con beneplácito los halagos por los aciertos y las críticas por los errores, pero si empieza a amordazara los medios a través de deportaciones, compra de las líneas editoriales o amenazas  vía judicial, entonces el ser periodista se convierte en algo peligroso.

Después del golpe militar de 1968, el gobierno ordeno la deportación de varios periodistas que le eran incómodos y como había cierta similitud  a nivel de América Latina, de la noche a la mañana aterrizaban con lo que tenían puesto en tierras extranjeras y el baño de popularidad hacía que se ponga en cada canal, radio, periódico o revista a los más allegados al régimen para presentar al mundo un falso ambiente de libertad que encubría corrupción, detenciones  injustas, acallamientos de protestas, todo un trabajo de aplanadora.

Con los vientos democráticos los medios regresaron a sus legítimos dueños, pero el advenimiento del terrorismo, volvió nuevamente riesgoso ser un periodista, sobre todo si se daba a conocer abusos por parte de los militares (en provincia el peligro era mayor), pues las desapariciones y crímenes durante los primeros  años eran altas o también los genocidios hechos por oficiales que no sabían cómo enfrentar a este nuevo enemigo, y lo único era ver terroristas en todo pueblo andino. Allí tenemos el caso de Hugo Bustios, que denunció a través de una revista constantemente el abuso de las fuerzas del orden en Ayacucho, fue muerto y la justicia después de un largo proceso determino las responsabilidades por parte de personal del Ejército, de ese mismo que debía defender a la ciudadanía.
BUSTIOS UN MARTIR DEL PERIODISMO
Cuando Alberto Fujimori, en abril del 92, cerró el Congreso y tomo poder con una autogolpe, tuvo buena acogida en la gente, pero con el tiempo el oscuro asesor Vladimiro Montesinos empezó a corromper todos los estamentos del estado, desde los jueces, policías, militares hasta los periodistas, con el único propósito de ganar poder  y favorecer al mandatario de turno y aquellos medios de comunicación que se encontraban al lado opositor comenzaron a sufrir las consecuencias por su posición anti fujimorista.

Al mejor estilo de la mafia, primero se le invitaba a reconsiderar su línea editorial, pero ante la negativa, el Servicio de Inteligencia Nacional (SIN) y a esta labor de presión se unía la dependencia de tributos (SUNAT), se hurgaba en el pasado de los opositores y si tenían alguna deudas pequeñas estas crecían o si tenían algún proceso legal archivado también se reabría, es decir tratar de eliminarlo como sea, tal como sucedió con Baruch Ivcher, que en un principio  apoyaba  al régimen, pero al pasar al lado opositor le quitaron su canal y también la nacionalidad.

No había reclamo que se oiga y todo porque se fue descubriendo los negociados, crímenes como La Cantuta o periodistas incómodos que fueron secuestrados y asesinados por los miembros del Grupo Colina, se logro infiltrar a personal del SIN en todos los estamentos públicos y privados, era un émulo de la Gestapo (Policía secreta del nazismo durante la II guerra mundial) y el poder del dinero que daba el asesor Montesinos hizo que nuestra televisión, nos llenara de talk show, cómicos ambulantes, etc. mientras que los periódicos atacaban a los opositores y nos contaban de la gente de la farándula, con el objetivo era ocultar los errores del gobierno fujimorista. Todo esto gracias a la compra de las líneas editoriales de los canales y la creación de los diarios chichas.
VLADIMILLONES CORRUPTOS SOBRE LA MESA
Pero tanto esfuerzo,  por tapar el sol con un dedo, no pudo evitar que luego de elecciones fraudulentas una marcha popular hiciera caer a un gobierno que ya tenía diez años de duración y pensaba quedarse hasta el 2005 para seguir favoreciendo a sus amigos. La conclusión es que la relación entre la prensa y los gobiernos son de amigos y rivales, pues como dijo algún militar: “Para mis enemigos palo y para mis amigos todo”.

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