¿EDUCANDO
EN PLENA GUERRA?
El
narcoterrorismo en la zona del VRAEM, representa para el gobierno la piedra en
el zapato, por no existir la estrategia correcta para vencer a los terroristas
bajo el mando de los Quispe Palomino,
pues es conocida todas las víctimas producidas en las fuerzas del orden, que
con más corazón y empeño que armas, son
asignados a esta zona de emergencia.
En
la quincena de agosto, estas huestes del terror volvieron a provocar bajas
asesinado a cinco efectivos militares, la respuesta por parte del estado fue
una vez más el bombardeo en la zona de Nueva Esperanza, cerca del Valle del Río
Mazangaro en San Martín de Pangoa (Junín), la mayoría de sus habitantes
provienen d Huancavelica, Ayacucho, Cusco y Junín, estas acciones de reacción son
efectuadas desde los helicópteros MI 171sh, conocidos en el lugar como “lagartos”.
El
vicepresidente del Comité de Autodefensa, Gabino Toscano, indica que el lugar
de la base pone en riesgo a la población, por lo que sugiere reubicarla fuera
del pueblo, pues al paso de los “lagartos”, todos se esconden porque saben que
se lanzaran cohetes y municiones de 30 mm, temiendo morir por eso o por una
bala narcoterrorista.
Los
especialistas en el tema indican que se ha estigmatizado a los agricultores del
Vraem, al ser cultivadores de coca, como sinónimo de aliados a loa narcoterroristas,
pero el Teniente Gobernador expresó que los campesinos estarían dispuesto a cambiar
el cultivo por cacao, café, plátanos, etc.; sin embargo ¿Qué harían con su
mercadería?, pues no hay pistas o forma de comercializarla, agregando que ellos
votaron por Ollanta Humala, es por esas actitudes erradas que los militares no
cuentan con el apoyo de la población.
Un
agricultor dijo tajantemente:” nosotros no tenemos la nada que ver en esta
guerra, no somos narcotraficantes, ni
terroristas, solo cultivamos la hoja de coca que de otra cosa no podemos vivir.
Es conocida que una hectárea de coca
produce 150 arrobas, de las cuales un gran porcentaje se va al narcotráfico y
el resto la compra la Empresa Nacional de la Coca, pues mientras la oficina estatal paga 30 soles, una persona
enviada de los narcos paga 90 soles.
Otro
punto importante es la información que pueda proporcionar la población de los
movimientos de la gente de Quispe Palomino, pues son obligados a ayudar a los
subversivos, pero el riesgo que corre por esta
acción puede costarle la vida, debiendo las fuerzas apostadas en el
Vraem darle las garantías necesarias pero
al no cumplir reina la
desconfianza.
INVERTIR EN ESCUELAS PARA GANARLE AL TERROR
Algo
que se dijo cuando se conoció el problema
en este sector del Perú, era la apertura de oficina especiales de
diversos ministerios como salud, agricultura y educación para recuperar la zona
, pero solo fueron eso palabras, por que la realidad revela que Nueva Esperanza
no tiene un colegio, gracias a los pobladores tienen un profesor que en una aula adaptada en el local comunal
enseña a los 35 niños de los cinco
grados, pero a raíz del recrudecimiento de la violencia, el maestro ya no asiste al
lugar.
La
queja del teniente gobernador (representa al gobierno) es que hay dinero para
balas, pero no para hacer una escuela, lo que representa es inclusión social que
pregona el Presidente Humala, sin hallar a 15 meses de gestión una línea directriz
, que pueda combatir a los remanentes senderistas que hace diez o quince años
eran jóvenes o adolescentes y hoy son
mandos, que conocen la zona, dominándola y por otro lado un gran número de
soldados voluntarios que andan a ciegas en medio de la selva central. Si
deseamos ganarle la guerra al narcoterrorismo reforcemos pilares como sociedad,
salud, educación y apoyo incondicional a los agricultores para que salgan
adelante cambiando los cultivos de coca por otros.